jueves, 7 de mayo de 2009

Los goles de los peruanos se gritan en Azuay y Cañar


Publicado en www.ciudadaniainformada.com

La cancha de cemento de la calle del Obrero, (noroeste de Cuenca) es testigo de lo que hace apenas cinco años era imposible. Allí están los jugadores. Practican un deporte parecido al “indor” pero con una pelota más grande y menos pesada.

Las facciones de sus rostros no revelan su procedencia. La mayoría puede confundirse fácilmente con ciudadanos de la parte costanera del país o algunos, incluso de la sierra. Solo cuando hablan, las cosas cambian y es posible detectar que nacieron al otro lado de la frontera sur, en Perú.

Alrededor de la cancha, hay esparcidas unas 30 historias. Los hombres llegan de a poco, con sus mochilas e instrumentos de trabajo. Hay quienes se apresuran a terminar sus labores entre materiales de construcción y tractores y vienen a sudar nuevamente, esta vez con ropa deportiva. Otros, terminan sus oficios de vendedores informales a las 15:30 y se concentran.

Los esfuerzos para contener la ola migratoria a fin de impedir el paso ilegal de los vecinos por el Puente Internacional en Huaquillas han cambiado. Las autoridades han modificado sus estrategias y muchos de ellos, hasta son amigos de estos visitantes.

El cotejo sigue con refuerzos: dos policías de Migración se integran al partido. La apuesta es de dos dólares por cabeza.


Un “fulbito” con otros vecinos

La dolarización abrió la posibilidad de mejorar en algo las condiciones de vida de los peruanos y sus familias. La tentación de una moneda fuerte en relación con el Sol, fue tomando consistencia y de igual forma como pasó en Ecuador, pidieron dinero y se aventuraron a viajar a las ciudades más cercanas del otro lado de la frontera norte.

Luego se enfilaron en trabajos informales y todas las áreas laborales que, en cierta medida, habían dejado los ecuatorianos, quienes al igual que ellos, decidieron correr suerte en países más lejanos: Estados Unidos y España.

A sus 42 años, Oscar Rojas, de baja estatura y con innatas características de líder, da muestras de sus pocas ganas de regresar a Trujillo su ciudad de origen. Él es quien busca los espacios como el “fulbito” para organizar a sus compañeros en Cuenca, que según la Dirección Regional de Trabajo son algo así como 600.

Las zonas agrícolas de Cajamarca, Trujillo, Chiclallo y Piura son algunos de los sectores con mayor migración hacia el Ecuador. La falta de oportunidades laborales y el poco incentivo para desarrollar la agricultura, provocaron la salida de los campesinos, que sin duda tienen una historia muy parecida a los indígenas nacionales.

El destino favorito, por la cercanía a sus ciudades de origen fue Machala (El Oro), pero por la alta migración, buscaron otros sitios como Azuay, Cañar y Loja y pese a que en Azuay y Cañar se concentraron en las plantaciones de flores de Paute y en La Troncal, para la zafra, Cuenca se convirtió en una de las primeras ciudades con migración peruana.

Alex: arquero y canguro

El arquero del partido amistoso, un hombre de baja estatura, de piel trigueña y facciones delgadas, solo recuerda y sonríe. Para trabajar en el comercio informal, hace cinco años, tuvo que conseguir un “canguro, y trasladarse con su hijo, de cinco meses de edad, en los buses y mercados.

Escudarse en su bebé era la única forma para que no lo deportaran y le llevaran de regreso a la frontera. Las risas se calman y su rostro se torno serio.

Alex, de 30 años, procedente de Piura, insiste que los primeros años en el Ecuador fueron muy difíciles. La Policía de Migración y las Intendencias los deportaban como si fueran delincuentes. A él, lo sacaron del país por cuatro ocasiones. “Hay que hacerse panas de ellos, fuimos conociendo a la autoridad”.

Todos los que están en este espacio deportivo han sentido necesidades. La mayoría aún vive en cuartos de conventillos en el barrio El Vecino y las inmediaciones del mercado Nueve de Octubre (Cuenca). La idea es ahorrar, dice Oscar, un cuarto cuesta de 50 a 60 dólares al mes.

Él vive seis años en Cuenca. Los primeros años vivió con seis compañeros en una casa de 30 habitaciones. Allí compartían con indígenas del norte del país. La infraestructura en estos lugares es tan escasa que hay solo tres baños para todos los inquilinos. Luego fue con la familia de su hermano y ahora ambos viven en un departamento.

Final del partido

En los 30 minutos que dura el primero de cuatro partidos que jugarán hasta las 19:00, se han marcado dos goles. Hay un receso. Los celulares de muchos suenan, llaman otros de sus compatriotas para saber si aún siguen allí.

Wilfrido Prieto, de la ciudad de Sullana, (Piura) decidió no participar en el juego, sin embargo, es el encargado de medir el tiempo del partido. El enfatiza los avances que hasta ahora se ha logrado con el acuerdo bilateral de 2007 entre los gobiernos de Ecuador y Perú, que finalizó el 26 de octubre de este año.

Además hay un compromiso serio de que las cosas mejoren y la regularización de 1 854 ciudadanos, llegue a más de ellos, que aún no cuentan con todos los beneficios de la legislación ecuatoriana. El Estatuto permanente de regularización es el mecanismo que aún las Cancillerías de Ecuador y Perú están analizando. Hace poco, Segundo Vega, de 24 años, de Cajamarca, tuvo que según él “sobornar a un Policía en Machala”, para que no lo deporte.

Termina el juego. Hay que madrugar para estar listos para los días más intensos de la semana, el sábado y el domingo.

Día de feria

A las 06:00, las unidades de transporte interprovincial que se trasladan a la provincia de Cañar están llenas. Los comerciantes peruanos llevan sus maletas para comercializar sus productos. Alex, de 31 años, venderá hoy pantalones de lana, a seis dólares, en los mercados más concurridos de Azogues: Sucre y Recinto Ferial.

Sus artículos los trae de Lima. Todos los comerciantes informales como Oscar y Wilfrido lo hacen. Es ilógico, dice Alex, comprar aquí mismo, porque no se ganaría nada, por eso va cada 15 días a su tierra, realiza sus actividades comerciales y de paso visita a su familia. Wilfrido oferta, en cambio, unos plásticos azules, para la lluvia, los dividió en metros, uno cuesta un dólar y los tres, dos.

El dinero, dice Oscar, lo envía por empresas como Delgado Travel. Y es que es muy peligroso viajar con dinero en las carreteras, porque los asaltos son permanentes. Un dólar equivale a 2,15 soles.

En el pequeño mercado Sucre, que funciona a las orillas del Burgay en Azogues, hay por lo menos unos 50 peruanos. Algunos, como Jhon Guamán, de 24 años, se dedican de lunes a viernes a trabajar en la construcción y el fin de semana, a vender pañuelos.
Esto para ganar un poco más de dinero y llevarlos a sus familias, que están en constante contacto con ellos, a través de los celulares, pues muy pocos usan el internet.

Poco a poco, dice Oscar Rojas, los peruanos se han ido ganando los espacios dentro de las zonas de Azuay y Cañar, y hay muy pocas ciudadanos ecuatorianos que reaccionan negativamente hacia ellos. Se han acostumbrado a que les digan “peruchos” y que todavía, luego de los conflictos armados de Ecuador y Perú, hay ciertos resentimientos.

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