jueves, 3 de julio de 2014

Recuerdos

Parecía imposible, pero el tiempo hace que el dolor se vaya acomodando a nuestro cuerpo y se incorpore a nuestra alma para darnos de una u otra forma, consuelo. 

El luto, el luto hermana mía, no se va cuando se deja de usar el ropa negra, después de varios meses de usarlo, me di cuenta que no servía màs que para alertar a los demás, que alguien cercano a ti se murió, que estas sensible y das pena, pero el luto está ahí presente, está en un rincón esperando sólo que te sientas vulnerable y estalles. Por ahora, te cuento que por mi parte está controlado. 

Ha pasado ya un año ocho meses, y tu recuerdo está intacto. Hoy me di cuenta que cada uno de nosotros somos gente extraordinaria para esas personas que amamos. Y si no tenemos tiempo suficiente para ser algo fantástico  para el mundo, no importa lo hicimos para los que nos rodean, y por eso  seremos recordados y amados por siempre. 

Cuando moriste, mi corazón se convirtió en una piedra, no había nada más doloroso que tu partida y nada superaba ese sentimiento de pena. Ahora siento que estoy, no creo que bien sería la palabra, pero volví a ser la sentimental de siempre, y si bien  no es tan bonito, como tu lo haces bien, estoy feliz de volver a ser la misma. 

Luego de tu partida nos sigues enseñando. Nuestra familia se encarga de que las flores de tu tumba, nunca se marchiten, he sido testigo de las tertulias de nuestros padres, la Vero, el Luis David, el Henry y el Sebas, tu hijo, que hacen junto a tu lápida, cambiando el agua de tus flores y limpiando los osos con tu nombre, que te trajeron para que te acompañen en tu lecho. 

Nos hemos convertido en una mejor familia y te agradezco por eso. Nos dejaste esa labor extraordinaria. Te amo ñañita de mi alma. Gracias por ser la mejor hermana del mundo...