jueves, 3 de marzo de 2016

Sala de neonato: horas sagradas


Desde hace cuatro días, las 9:00, 12:00, 15:00 y 18:00 son mis horas de esperanza y vida.  Un guardia abre una gran puerta negra y parece que el tiempo se detiene y nada más tiene sentido.

El pasado 26 de febrero, mi pequeña bebé, nació a las 34 semanas de gestación. Pasaron, por mi condición de salud, tres interminables días sin verla y sólo me consolaba con una foto, tomada clandestinamente por mi esposo.

Pero ahora esas son mis horas sagradas. espero ansiosa para cargarle, decirle que le amo y darle de comer. He aprendido a ser madre en esos pasillos, que están llenos de historias solidarias de madres adoloridas por los pocos días de haber dado a luz.

Los días de cama, recomendados para una madre, luego del parto, las aguas, limpias y baños, no tienen nada que ver con la realidad de la sala de neonato. El reposo y la casa han sido reemplazadas por las sillas del hospital, a la espera que las horas pasen para que nuevamente se abra esa puerta negra.

Nos alegramos cuando a uno de esos bebés triunfadores y valientes le dan de alta y las madres llegan con las mejores ropas para llevarlas a sus casas.

Y es que el optimismo debe ser lo último que se pierde, es la frase favorita de muchas de nosotras.

En el banco de leche materna, nos contamos los progresos de nuestros hijos y nos sentidos orgullosas de ellos. "Ya puede respirar sola" "Ya está superando la neumonía" "Hoy empezó la fototerapia y espero que ya le den de alta".

Nadie comenta de lo adolorida por la cesaría o que pasó y porqué se adelantó el parto. Eso no importa, pero sólo ver como caminan sabemos que estamos cansadas, con piernas inflamadas, o como en mi caso con una presión alta.

Estoy aprendiendo a ser mamá en ese entorno, creo que falta poco para estar completamente con mi niña y dios sabe cuando lo deseo.

Por ahora respiro y disfruto de sus sueño, pereza y sus pequeñas reacciones en su rostro de alegría, aunque las enfermeras dicen que sólo es una reacción en los músculos de su rostro, yo prefiero creer que ella ya me reconoce y se siente feliz de estar junto a mi. Ya falta poco para que pequeñita Sisa  Romina llegue a casa.