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La pintura negra parece estar impregnada en su piel. Por más que se laven, las palmas de sus manos siguen con ese color negruzco, casi gris, que se vuelve la marca, que sin duda delata su oficio.
Su rostro y su ropa también tienen esa característica: están manchada por el trabajo de limpiar, sacar el lodo o el polvo de los zapatos ajenos, y dejarlos, en cuestión de segundos, brillantes, como nuevos.
Allí están, sentados en un espacio del parque Calderón. Planean la estrategia para participar en la inauguración de la actividad recreacional, que para ellos, es la más importante de la fecha. Vienen de a poco, con su caja, que contiene sus herramientas (cepillo, unos trapos y tinta) y una mochila, se sientan y conversan.
Están emocionados. La discusión se centra en el nombre que adoptarán para participar en un mini campeonato de fútbol, donde medirán fuerzas con sus amigos, quienes habitualmente se suben a los buses a vender caramelos, galletas o lustran zapatos en la Nueve de Octubre, la Terminal Terrestre y el mercado de El Arenal.
Ya están más de cuatro, y Carlos Paida, de 13 años, dirige el grupo. Se llamarán la Liga de Betuneros. No hay acuerdo sobre la vestimenta que usarán, por eso, la decisión es que cada uno venga como pueda. El compromiso está en que lleguen a la cita.
El mini campeonato convocado por la Fundación Salesiana Paces, que trabaja con niños y adolescentes en alto riesgo, se convirtió en una de las propuestas recreativas para ellos en vacaciones.
Según Edgar Gordillo, director de ese organismo, la idea es que los chicos, dejen, por un momento sus puestos de trabajo y disfruten de la temporada como cualquier otro niño.
Son las 14:30, del pasado miércoles, y los integrantes de la Liga de Betuneros aún no han llegado. En un área verde, junto a la cancha enmallada del Tecniclub dentro de las instalaciones de la Universidad Politécnica Salesiana, hay una masiva concentración de equipos para iniciar el encuentro de fútbol.
Ya están en cancha una parte de los miembros de los “38 que no juega”, que trabajan en el Centro Histórico y los “Asimismo” de la Nueve de Octubre. Hay un cierto ambiente de cordialidad, se hacen bromas entre ellos y disfrutan de la compañía mutua.
Cada uno tiene su propia historia y en rostros, incluso de los más pequeños, hay un aire de madurez. Gran parte de sus cortas vidas lo han dedica al trabajo, que les ha permitido tener ingreso propio y ayudar a sus padres a mantenerse.
La mayoría complementa el oficio de betuneros, vendedor de caramelos y de galletas con el estudio. Carlos, el líder de la Liga, por ejemplo, trabaja desde hace dos como betunero, cuando le avisaron que podía ganar algo de dinero. Él no dejó la escuela. En la mañana sale como cualquier trabajador, cargando su caja en su mochila y en las tarde va a estudiar. Quiere ir al colegio, aunque no sabe a cual irá.
Carlos, ahora es el único de su equipo y Cristian Matute, el educador de la Fundación, intenta distribuir camisetas y chalecos.
Ya llegan más integrantes de la Liga; Juan Salau, de 9 años, llega con su caja guardada en una pequeña mochila, que también está manchada de tinta negra. Jonathan Entzana, del equipo del Centro Histórico, trajo su caja de cartón con galletas, que comercializa subiéndose a los buses.
Parece que todo está previsto y gira en un proceso educativo. Luego de anotar los nombres de los jugadores, el educador hace un pequeño concurso para determinar quienes llevaran chalecos o camisetas y los equipos que jugarán primero. En total son tres, porque los de la Terminal aún no han llegado.
La liga, ahora con chalecos negros, tendrá que esperar para jugar y todos sacan 10 centavos para la inscripción.
El juego está algo retrasado y Eduardo Gallo, que hace unos minutos con un títere de mano con forma de león interactuaba con los más pequeños y les recomendaba lavarse mejor las manos, ahora está en medio de la cancha a punto de pitar el primer partido.
“Nada de juego sucio, nada de malas palabras dentro de la cancha, no quiero verlos pelear y al primero que pelee le saco tarjeta roja”, dice Eduardo advirtiéndolos de posibles problemas.
Terminó el primer partido y es momento que la Liga de Betuneros salte a la cancha. Carlos es el arquero, pero los compañeros de la Terminal Terrestre ganan con un gol a cero.